domingo, 13 de mayo de 2007

El trabajo momifica al hombre...



El sol bosteza sus últimos rayos, el encierro en el trabajo me asesino los colores del día. El encuentro contra la máquina siempre me resulta cruel para mi cuerpo y espíritu. Pero hoy fue demasiado, simplemente ¡insoportable!
8 horas en el trabajo con mis manos encadenados al teclado y mis ojos tiemblan a causa del calor extenuante del monitor. Desde la primera hora, el horror existencial invadió mi cuerpo. Por lo general me acomete ya pasadas las 3 ó 4 horas. Pero hoy inicio apenas a los 15 minutos y en la desesperación algunos pensamientos rondaron por mi cabeza ¿Qué tal si me largo? Así, simplemente caminando, como alguna vez lo hice para tomar un poco de aire. Sólo que en esta ocasión no volver jamás. Solo caminar y caminar hasta que el aturdimiento se desvanezca poco a poco. Pero no, no tuve las agallas para hacerlo, en cambio me entregué a mí irritable jornada laboral. Busqué un lugar apartado, para intentar leer un librito de José Agustín que lleve conmigo. Un poco de contracultura chilangesca no me caería mal para disipar el aturdimiento (pensé) ¿pero quien chingados podría leer, contestando llamadas que duran dos minutos con un espacio de 10 segundos entre una y otra llamada? ¡Al carajo! y además los perros guardianes de los supervisores me hicieron guardar mi libro ¡pendejos!

Apenas 2 horas de jornada y mis manos y pecho sudaban. Mis poros gritaban y mi sudor era la saliva que expulsaban en su grito de ayuda que mis ropas silenciaron. De nuevo el hueco gigante de mis adentros me provocó el vértigo al sentir que el lugar donde me desenvolvía era totalmente desconocido y todo me resultaba peligroso. La tentación de lanzarme al abismo de mi mismo para salvarme, era irresistible ¿pero quien chingados podría perderse en si mismo, contestando llamadas de 2 minutos con un intervalo de 10 segundos entre una y otra llamada? ¡Puta madre!

Me rasqué la cabeza y salí en dirección al baño. Abrí la llave del lavabo, el simple sonido del agua me trajo una calma casi maternal, mojé mi rostro intentando regular la temperatura de mi cuerpo, y funcionó pero sólo 10 ó 15 minutos. Tan sólo quedaban cinco horas más, sólo 300 minutos más y sería provisionalmente libre.

El espacio entre la tercera y cuarta hora pasó rápidamente lenta. Mi estómago rascaba mi piel exigiendo alimento y así llegó mí hora de comida. Me vestí con una tonta sonrisa y salí a comer. Me dan 30 minutos para comer, así que tuve apresurarme para ir por algo de comida decente. Esta vez elegí algo de verduras y puré de papas que venden en el supermercado. En realidad no es la comida que más me apetecía, pero el sentimiento de culpa me embargó. Debido al hecho de mantener mi cuerpo incrustado en una silla de oficina durante tanto tiempo. Se merece algo de comida saludable después de todo (pensé). Después buscaré la forma para compensar el dolor provocado a mis testículos, pero ellos son un poco más sensibles y no será sencillo ponerlos de buen humor.

El tiempo que dura el trayecto que tardo en ir y regresar del supermercado a mi trabajo es de aproximadamente de unos 15 minutos, así que tuve que ingerir los alimentos precipitadamente, lo que me provocó una leve pero molesta indigestión durante poco más de una hora. Probablemente si eructará mi organismo se regularía y la indigestión desaparecería pasados unos cuantos minutos ¿pero quien chingados podría eructar a placer, contestando llamadas que duran 2 minutos con intervalos de 10 segundos? ¡A la mierda!

Faltando tres horas para salir, los destellos monocromáticos comienzan a acechar mis ideas como putas en bacanales y al final de la jornada ya soy un pendejo computado autómata más. Las sinapsis de mi cerebro se tornan digitales y mi corteza cerebral es una pantalla de15” pulgadas que repite la escena una y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra vez.

Al salir del trabajo mis sentidos no despiertan instantáneamente, primero mi olfato intenta reanimarse al respirar el contaminadamente fresco aire que nos brinda la re-violada atmósfera que habitamos. Despues mis piernas empiezan a desentumirse, el dolor en mis testículos se empieza a aligerar y mis brazos se estiran una y otra vez para de esta manera poner en circulación algo de mí sangre. El daño a mís ojos es irreversible al menos lo que resta del día.
Al llegar a mí casa intento ser un humano de nuevo ó algo parecido. Pero aún sigo aletargado y no me puedo concentrar en nada. Las voces ajenas me resultan distantes y prefiero evitarlas. El cansancio me obliga a arrojar mi cuerpo sobre mi cama, y así dormir un poco para alistar otro juego de neuronas limpias para ser desvirtuadas en la jornada de mañana. En un último intento de resucitación abro un libro, pero sus letras me resultan blandas y en mi mente se desvanecen sin dejar rastro alguno por mi entorpecida cabeza. Y ahí es cuando hago conciente él crimen…

5 comentarios:

Todos tus muertos dijo...

No vengo a ofrecerte consuelo, no creo que lo quieras. Además hace mucho tiempo llegaron varios hombres con ese objetivo, a uno lo crucificaron, otro se prendió fuego, el último murió de sífilis crónica; según me cuentan que de locura. Si tu cascajo es fuerte no habrá nada que lo moldee. No lo permitas, por más domesticados que estemos, aquí estamos, aquí seguimos, blandiendo martillazos contra la vida contra lo que se atraviese, contra los espejos.
P.S. A veces me da la impresión que tú y yo fuimos educados en el mismo salón.Ciao viejo.

Salvador dijo...

Totalmente comprendido; trabaje en lo mismo, es un maldito calvario. Que lastima que no te gano la espontaneidad de la revelación y la rebeldía, hubiese sido una escena totalmente libertadora: el hombre intentando ser humano. En ciertas ocasiones he realizado ese tipo de experimentos sociales, y, mi hermano, te puedo asegurar que el instante es simplemente grandioso; solo nenecitas estar preparado para la “consecuencias de tus actos”, pues, no poco después te das cuenta que no importa cuanto luches, la puta realidad social te engulle el físico… mas te puedo decir, jamás logran apropiarse del efecto delirante que causo dicho acto. El destino te dará otra oportunidad, espero que, lo que ya es un hecho en mi cabeza, logre concretarse en la realidad., sino, no importara, pues ese momento ya me pertenece, me has alegrado un poco la existencia: lo tomare como un regalo de cumpleaños.

Ester Espinoza dijo...

Entonces lo mio es leve, ¿no? jaja.

marcuse dijo...

Chido bro.. ahistas ya unido a la red de pretensiosos y wannabes like myself. Leer un poco a algunos me ha servido para despreciarlos mas,al igual que a mi mismo. Hay justificaciones mas decentes que otras para escribir en este espacio, pero la mayoria tiene un transfondo histrionico o narcisista. "Sigue" escribiendo y atormentandote sanamente, ke haria el arte sin el dolor. Si algun dia publicas en papel, te digo que jamas compraria un libro tuyo, claro ke no... me lo robaria. Ya podre leer tus textos en un espacio de facil acceso. Nos estamos viendo, y ahora leyendo.

basura dijo...

Jaa!! pues he de ofrecerte mi hombro maaa.. yo ya soy libre de esa mierda llamada trabajo. he renunciado y poseo un racimo de felicidad.. x)