Solía vivir con un gusano de corazón en la cabeza
Que me susurraba palabras de invierno, hace tiempo que no se deja escuchar…
Se esconden días-mosquitos de desesperanza.
Evacuando lentamente los cadáveres
Que eyacula la lengua, en la melodiosa guerra de las ideas
Navegar sobre un velo permeable
Entre el humanismo y la misantropía
Acallar siempre sobre la ironía y la nada Retornar de nuevo a la pulsión de muerte
Para generar un par de pulgas-vida
Contemplar como las larvas intelectuales
Devoran desesperadamente las crisálidas
De mariposas que ya no existen. Con la esperanza
De desarrollar alas propias sobre el vientre, para que duela
Un poco menos y golpear un poco más fuerte.
Enmudecer y entristecer por la escasez de seda
¿Alguien aún genera seda?
¿Alguien recuerda como se sentía la seda sobre los labios?
Seda, dulce seda…
Las mantis religiosas alumbrando insectos de cinturas frígidas
Alimentadas por heces de negra culpa
Mientras el asco los incita a devorar la cabeza de sus creadores.
Es el karma biológico de la cruz…
Donde me encuentre a ese Dios, sin pensarlo
Le introduciría una tarántula en la entrepierna…
Ensombrecer la sonrisa para no abaratarla
Refrescar la tristeza para que no se endurezca
Recordar la poca importancia de las líneas
Que no permiten deformar la forma deformada
Donde se encuentran las verdades relativas
Que sostienen la existencia de las libélulas
Caminar para adelgazar y poner en forma el pensamiento
Llegar siempre tarde a la cita inevitable con uno mismo
Burlarse de los caracoles lánguidos que han perdido su casa
Como a 2 cm. de distancia.
Renovar algo de fuerza con una simple sonrisa
Seguir caminando después de levantar los hombros
Indicando que: “Yo no sé ni madres, pero el camino esta entretenido”
Jugarle una travesura a la abuela de 87 años y salir huyendo
Como cucaracha asaltada con luz. Intuir que pronto ya no podré hacerlo…
Recordar como mi amada se asía ferozmente en mi pecho
Como si no existiera un mañana en el hoy de ayer
Extrañar como al invierno a esa arañita de avellana…
Que se pierde y me olvida entre sus patitas
Y sus múltiples ojos anochecidos.
¡Pinche vieja! Como le amo…