domingo, 2 de agosto de 2009

CRASH

El sueño en diástole y sístole, el parpadeo denso, más denso. El hijo travieso de Hipnos apunto de cortar el hilo que sostiene tu cabeza erguida. El sol comienza a abrazar la sombra de la ciudad, la condena son tus manos sujetando un volante. Tu ventana izquierda abierta, el aire dando bofetadas de vigilia. La autopista serpenteando luces que se difuminan al tocar pupila, el bullicio etílico cada vez mas lejos, se esfuman las voces, las manos, el dialogo ebrio de aseveraciones pendejas, el beat de unas caderas que no tuviste, se aleja también el titubeo para atreverte a hablarle, un número de teléfono que no será marcado, el sabor a levadura de sus labios.

Sigues ahí con los brazos lánguidos sobre el volante, se te pudre de placer el cuerpo al cerrar el telón del ojo, la sensación de parto desgarrante al abrirlo de nuevo, recuerdas vagamente lo sencillo que era cuando se es niño, con el sueño tranquilo en el asiento trasero. No eres tan franco para reconocer que no puedes, que lo mejor sería un lugar al borde del camino. Te jalas el cabello, deformas tu cara con la mano, trémulo intentas prender el radio, el dedo mengua y no enciendes nada. Una lagrima de bostezo titilando en tu mentón, un grito onírico jalando fuerte desde adentro, la ideación de desaparecer en el abismo del próximo puente.

Por fin lo haces, dormitas un instante pero una chispa de adrenalina te hace volver a controlar el volante (de cierta forma preferías no hacerlo), el reloj de tu marcha parece no avanzar, la nausea contigo apestándote el trayecto, te gustaría vomitar pero no bebiste tanto, todo sonido te arrulla: los automóviles que cruzan al otro lado de la vía, las sirenas, la vibración de tu propio auto, hasta ese cristal lateral que siempre chilla. La espera es diferente no se trata de una cuestión de tiempo sino de distancia y físicamente te sientes impedido para acelerar tu marcha, un ¨putamadre¨ lento te repta por los labios. Todos los semáforos parpadeando en rojo, negándote el regalo de los dos minutos de descanso, maldices la hora en que decidiste vivir lejos del centro, aumenta la frecuencia del cabeceo.

De pronto te sobreviene exactamente la misma sensación de imposibilidad de no retrasar más tiempo un orgasmo, por fin se corta el hilo, los remos al agua, el volante vibrando parece temblar como si le diera pánico su nueva libertad. La mueca de sonrisa apenas se empieza a dibujar en tu rostro dormido, cuando un violentísimo ruido revienta el relativo silencio, estalla el vidrio, la sangre te vuelve al cuerpo a cada nervio a cada músculo, abres todo el ojo y ya todo gira, aprietas el acelerador y el freno al mismo tiempo, el timón se mueve a ninguna parte, todo en violento-estridente, intentas con una mano cubrir tu rostro y con el otro someter al volante pero el movimiento de este lastima tus dedos, cinco segundos estrepitosos de un suplicio que parece no terminar nunca, un ultimo golpe y por fin la nueva chatarra acalla. Vuelves tu rostro y brazos al volante, te inunda la duda, el miedo y piensas: ¿Con quien choque? ¿Se encontrará bien?, ¿Me encuentro bien? (palpas cada extremidad de tu cuerpo) ¿Habrá muerto alguien?, sobre tu mente sigue fluyendo el mar de ideas, piensas en el amigo que consigue las refacciones baratas , recuerdas al abogado gordo que intenta seducir empecinadamente a tu hermana, horas extras de trabajo, dólares, la tarjeta de crédito que por fin dejaste en cero, el día que decidiste dejar de pagar el seguro. Empiezas a aceptar el procedimiento e imaginas, las grúas, patrullas, el ministerio público, tu madre llorando, los ¨te lo dije cabrón¨, el ojo morboso que se asoma, el papeleo, el corralón, los ¨benditoseadiosquebuenoquenotepasonadayquesiguesvivo¨


Prefieres no salir y esperar hasta que el problema toque a tu maltrecha puerta, pruebas un poco de tu sangre, te das un masaje en el pecho, tu hombro se enfría y el aire que se filtra hace que comience a doler. Observas constantemente el pedazo de espejo que aun cuelga en el retrovisor, titubeas con tu celular pero prefieres no marcar a nadie. Todavía no se escuchan las sirenas, pero si unos pasos que se acercan en ritmo de trote, tragas un poco de saliva, sabes que te dará un poco de vergüenza verlo, se escucha un golpecito en la cajuela que anuncia que ya casi llega, volteas un poco el rostro a la ventana para acercar el oído. El señor, que se ve ligeramente lastimado, coloca su brazo derecho en el techo del auto cuando por fin llega a tu ventana y te dice con voz nerviosa: Perdón joven me quede dormido…


*** Pa mi compa el Markuse (You know way perrita)

2 comentarios:

@kali_tattoo dijo...

Benditoseadiosquenotesecuestroelpapasq.

Neta me gusta tu narrativa, no es chupapollada ni nada de eso, es que tiene fluidez, sentido, buena palabrería, me encanta que seas de la Baja, que te pongas desfachatado, que tengas esa madre de lo del club social... pos aqui te sigo leyendo super crash!

marcuse dijo...

Cool, man!...
Me gustaron las imagenes, y la mezcla de ese tono medio triste o apagado o no se como y el humor... jeje.
Se lo mostrare a quien ya sabes.