domingo, 21 de octubre de 2007

AC CHARAL 3 IN A ROW

Mi hermano y su nueva novia en el sillón procurándose delicias al oído. El código ético para hacer inmoralidades que subyace entre mis hermanos y yo, me invita a encerrarme en mi alcoba, con el pretexto de limpiarla un poco y así liberar a los amantes de mi incomoda presencia.

Unos gritos aciditos con mi nombre como estampa me invocan desde afuera de la casa. Hago ruidos antes de abrir la puerta, advirtiendo con un bostezo falso y unas pisadas fuertes la salida de mi cuarto y de esta forma enfriar el acto que se entibiaba en la sala. Mi hermano coloca las manos en un lugar menos comprometedor. Cruzo la sala sin voltear siquiera hasta llegar a la puerta principal, la entreabro asomando medio cuerpo y la cabeza. Las vocecillas me anuncian que jugamos a las 5:00 p.m. Mi teléfono celular anuncia las 4:00 p.m. “Entrenador vamos contra los relámpagos” a lo lejos el más precoz del grupo murmura << ¡ja! ¿Contra esos weyes? Si están bien pendejos>>. De nuevo los enanos me avisan casi a la hora del juego. Muy solemnemente les digo ¡órale weyes! junten a los demás… ¡en chinga!

Regreso por una sudadera y algo de dinero para completarles el arbitraje. Es evidente que tendremos que prescindir del raite. El dueño de la pick-up que esta fuera junto a la banqueta de mi hogar pertenece a mi hermano. Lamentablemente conozco muy bien sus prioridades y dos horas a solas con su nueva conquista, no tienen, en ningún sentido y bajo ninguna circunstancia punto de comparación con el hecho de ver a mis charales curtiéndose la vida sobre un campo de juego.
Salgo, el aire que anuncia el invierno me recibe. Volteo y 10 cabecitas ingenuas con camisetas de todos colores me esperan sobre la caja de la camioneta. Les indico que se bajen, con el pretexto de que hoy nos iremos corriendo para llegar calientes al juego. (Ellos no tienen por que saber de los deslices de mi broder)

Todos nos apresuramos, son 20 minutos de travesía entre el Mariano y el Pipila donde se encuentra la Cancha 4. Durante el trayecto se hace la vaquita para pagar su arbitraje. Hoy se juntaron $23.50, no lo suficiente, me resigno a completar el resto. Llegamos 5 minutos antes de la cita con el balón. Lo primero que hacen es buscar afanosamente a sus enemigos del día, con la intención de medirse antes del juego. En las gradas, sobre la esquina alta de la derecha se encuentran nuestros rivales y entre ellos un rostro familiar. “El popeyin”, al parecer nuestro defensa central estrella cambio de bando. Nos engaño a todos diciendo que su mamá ya no lo dejaba venir a los juegos. La traición era un aliciente extra para ganar el partido.

El silbante pita el final del juego que precedía el nuestro. Todos me rodean pidiendo jugar y exigiendo su posición preferida dentro de la cancha, pero la ecuación no me da. Tengo cinco que se dicen delanteros, cuatro medios un portero y ningún defensa. Solo 7 pueden entrar y no puedo jugar con 5 “delanteros”. Así que los redistribuyo, con una alineación 2-3-1.

Tres tristes charales salen a la banca, y se postran con sus manos agudas y los ojos atentos sobre la malla para no perder el desarrollo del partido con la premeditada intención de notificarme cualquier error de un compañero y aumentar así su probabilidad de participar en el juego.
Un desbalance notable existía entre mis enclencles pero talentosos muchachos y el otro equipo. Protesto cortésmente al árbitro por dos jugadores contrarios que casi alcanzaban mi estatura, con aretes de cristal rosa en cada lóbulo del oído y más bello facial que yo. El árbitro solo se limita a preguntarles la edad. Los evidentes cachirules responden “trece señor” el silbante se restringe a decir “esta bien, jueguen”. Mi primera rabieta se muerde sobre mi rostro y puños. A lo lejos en las gradas un niño grita ¡saquen a mi papa! Refiriéndose al más alto de los relámpagos. Lo que hace retorcerme de risa.

El juego comienza con un rápido 2-0 a favor. La tenacidad de mis diminutos pupilos rápidamente se gana la simpatía de la gente que presenciaba el evento. (En la psicología del juego, la gente siempre tiende a apoyar al de apariencia más débil). Antes de terminar el segundo cuarto me revientan al primero y el silbante recurre a los primeros auxilios llaneros: sujetar las dos piernas del herido tomándolo por los tobillos para llevar las rodillas al rostro. Remedio universal para cualquier lesión de campo. Hago mi primera sustitución. El juego continúa y al parecer los golpes hacen mella en el empuje de los charales. Nos dan vuelta al marcador 3-2 al finalizar el tercer cuarto. Hago dos cambios según yo estratégicos para revertir el marcador. Pero a decir verdad cuando realizo un cambio solo lo hago “pss a ver que pasa”. Esta vez funciona rápido mi inteligente movimiento táctico. Empatamos 3-3. Pero de igual forma nos meten el 4-3. El balón en nuestra posesión, el tiempo en nuestra contra. Los míos tirando una y otra vez sobre el marco enemigo hasta que por fin un zurdazo fulminante nos da el 4-4. La algarabía en el público. Yo con la elegante frase que naturalmente se desprende de mi ante los sucesos más emocionantes del juego, festejo: ¡Awebo mijos!

El final del encuentro, nos vamos a penales. Tres jugadores por equipo, dos fallos y un acierto por bando. Muerte súbita. Elijó a mi sobrino para que defina el partido, por su estirpe estaba convencido de que no fallaría y así fue: un tiro esquinado por la parte inferior izquierda nos daba la ventaja, (como lo haría su tío en sus buenos tiempos), solo era cuestión de que los gigantes relámpagos fallaran. El ex-charal, el “popeyin” coloca el balón sobre el manchon penal, todos los nuestros haciendo presión sobre él impío y los suyos apoyándolo en el momento más crucial del juego. Y de pronto ¡Justicia! El balón revienta en el poste, ¡si! ¡Ganamos! Todos se abrazan y rodean a los héroes del día. Como era lógico lanzan una que otra burla sobre los vencidos. Inmediatamente les señalo que por su integridad y la mía no lo hagan, (a decir verdad los parientes calvos de los relámpagos no tenían cara de gente amistosa), Así que los dirijo rápido fuera de la cancha para evitar fricciones.

Nuestro tercer sábado sin conocer la derrota es un gran suceso para un equipo que en su debut le propinaron un nada honorable 21-1. Y en los cuatro subsecuentes partidos los resultados no fueron muy distintos.
Durante el trayecto de vuelta todos preguntándome si observe sus grandes hazañas ocurridas en el juego, yo les asiento todo: “Si Danny, si vi el sombrerito que le aplicaste al grandote” “Si Moi, si vi como te faulearon” “Si Horacio, si vi tu golazo de fuera del área” “Si Brandon, si vi cuando te quitaste como a tres”. “Si Otoniel si vi como el popeyin se fue todo aguitado”…

Llego a mi casa después de ser escoltado por 10 escuincles futboleros. Al parecer el partido no fue suficiente y continuaran pateando sobre el asfalto de la 18 de marzo. Antes de entrar a mi casa aplico la misma técnica, (Pisar y hacer ruidos fuertes), en esta ocasión se me ocurre llegar dizque cantando. No es mi intención sorprender en extrañas posiciones a los cariñosos amantes que deje antes de irme al juego. Pero ya se han ido, terminaron rápido según parece. Entro a mi cuarto para continuar con mi migraña existencial que deje pendiente, pero los sutiles círculos dibujados en las cobijas de mi cama parecen indicar que mi cuarto fue habitado y lo confirmo con algunos residuos plásticos abandonados en el bote de basura. De pronto surge en mí un impulso notable de lavar mis sabanas. Y opto por leer algo en el cuarto de lavado mientras la lavadora danza escandalosamente…

3 comentarios:

Todos tus muertos dijo...

Ja,ja,ja, muy bueno carnal, desde que leí la palabra charales solté la risa. Me recordó mi infancia, claro, por lo de las goleadas que nos hicieron. Hace un par de días quise escribir algo sobre fútbol, pero mejor ahí la dejamos, no vaya a ser que nomás me exhiba. Me gustó mucho.

Neural Crash dijo...

Gracias, igual un dia nos aventamos una cascarita. El otro dia le gane al Chava en un uno a uno y el ojete se ardio y me madrio jajaja

Todos tus muertos dijo...

Pues nomás hay que poner fecha y ya está, yo puedo en las mañanas de lunes a viernes y los domingos por las tardes. Oye, sigue vivo el Chava o sólo anda en sus días.