sábado, 28 de noviembre de 2009

El perspicaz

La gravedad aún no doblega la ataraxia de sus senos, arquea el cuerpo por la delicia violenta de su caricia, la sabana es mordida en espiral por sus manos, las piernas contienen toda la humedad de su centro . Él la recorre toda con manos de velero y lengua de capitán en celo. De pronto espasmódicamente ella detiene el instante, le sujeta el rostro y le pregunta: ¿Si sabes que soy virgen verdad? Él responde, no te preocupes eso no se contagia. Ella sonríe, relaja las piernas e inmediatamente se deja escuchar el río.

2 comentarios:

marcuse dijo...

Ojala lo virgen se contagiara, no?... Ayer dormia cuando marcaste, ya habia tenido mi respectiva intoxicacion de la semana. See you soon. Un saludo!

David Navarro dijo...

Esa estuvo buena... un buen chiste para destensar el estado de los tejidos pegados al alma... siempre funciona.