lunes, 24 de agosto de 2009

Mordaz almuerzo


Hay que ser muy miope para ignorar la belleza acumulada en una mierda. Pensé en voz alta, mientras mi tía resecaba el café con su pan dulce. Siempre me ha resultado agradable perturbarla, por dos simples razones. La primera; por gorda y la segunda por que desde que le dieron su ciudadanía americana, se trae entre sus remilgos pensares moralinos, una vulgar compasión pendeja hacia la familia mia; sus pobrecitos parientes frijoleros, dignos del worldvision. Su rostro se agrando en gestos bosquejando el semblante que anuncia una letanía de palabrería púdica tras mi mierdosa analogía profunda. Sin dejarla gallinear le pregunté: ¿Tía, Cuando fue la última vez que vio detenidamente su excremento flotando en el inodoro? De nuevo se le trabo la lengua, su mirada buscaba afanosamente a mi madre para hacerla cómplice de su acida monserga. No se enoje tía, le dije mientras sonreía, tan solo pensaba, que algunos encontramos belleza en entidades insospechables y para prueba mi tío, su esposo…

miércoles, 19 de agosto de 2009

...

A veces se tiene todo
para deletrear ese poema.
aquel que te volvería diáfano
al ojo propio

el mismo que buscas
desde el día
que encontraste
el canto tuyo

el que llevará tu latido en
cada letra
el aroma de tu sexo en
cada verso

tienes a tu lado la mujer
que en sus caderas
lleva la omisión
de ti mismo
la que te desvanece
con hondos besos de garganta
a media altura
y su sonrisa de niña
acumulada.

descubres en tus manos
diez lenguas que versan
parvedades urgentes
en el cuerpo ajeno:
infantil tibieza táctil
calor que nutre mundos,
y el bajo-falda-sismo
gozo desbordado
en tu menina
néctar fluyendo
entre sus líneas

Llevas contigo la aceptación
de una soledad inevitable
la nausea del fatídico cotidiano
la melancolía de una sombra
que aún te sigue.
Una tristeza expectante
del enjambre de hombres
que deambulan en replica
terceros del mundo nuestro
orgullosos de lo que no es suyo
dados de la mano en turno.

Tienes la fortuna
de contar con “cuatro amigos”
homónimo del bar donde
tu sobriedad concluye.
ellos que te otorgan
claridad en el vacío
entes sobrados de cojones
-afirmación, claro-
sin concernir al cromosoma o
aquél que de su canoa decidió
hacer un submarino.

La suficiente rabia
para dislocar un hombro,
encono que aceptaste
hace un par de meses
cuando el pueblo juchiteco
te narró en espejo
la vida de tu abuelo
ese viejo-furia que tu padre
te hizo creer cadáver
y que al conocerte
te ofreció una hamaca
su preferida fruta.

posees un ego que en ocasiones
te hace eyacular en el espejo,
una inocencia y olvido
que al descubrirte
te da ternura propia.

aún así sabes que no habrá
inspiración que te resuelva
ni poema que te defina entero

Porque:
mientras un pulso
haga temblar tus venas
el oxigeno espese
tus pulmones,
la saliva entibie
tu lengua,
la imagen dibuje
en tu pupila,
su vaho te palpe
el sueño,
el hígado resista
el vicio,
y tú falo se levante
para decir te amo

seguirás pescando en el vacío
la vida aqui siembra
por encima de la literatura
aquí no se entierran vivos...

lunes, 10 de agosto de 2009

EL REPARADOR DE CULPAS

La ociosidad desbordada por el poro, las uñas rascando panza, sacando moco, la inercia acumulada en la columna, el entrecejo deformado por el pensamiento hueco, el transcurrir de unos días de replica y la indigestión neuronal me impulsaron a hacer un cambio positivo, -no en mi vida claro esta-, si no para cambiar el mundo, nuestro maltrecho mundo, decidido estaba, la cuestión era encontrar que carajo cambiar. Por lo cual me di a la tarea de pensar en un problema sustancial, algo que realmente enfermara al orbe, trascurridos tres segundos de profunda meditación salto la siguiente idea: “La culpa” y sin pensarlo me autonombre “reparador de culpas” ese fue el final de mi vida sin sentido (o eso creía en ese momento).

El siguiente paso fue encontrar en donde ejercer mi nuevo oficio, ¿en donde encontraría más concentración de culpa? En una iglesia, pensé, pero el incienso y la mirra me duermen y las imágenes sacras nunca han gustado, me dan cierto pavor y en estos días de estrés y preocupación constante es muy importante, al menos, un ambiente de trabajo agradable, para que rija la armonía interna, así que me incline por otra opción menos silenciosa y mucho más colorida: un prostíbulo con todos sus lindos alrededores, hoteles de paso, motelitos baratos y demás bedroom-curios.

Me imaginé casi instantáneamente a mi escueto ser, saliendo al encuentro de esos hombres y mujeres apenados por sus actos, remendando culpas con mi verbo y dando abrazos de consuelo. Sumamente motivado y armado con dos guijarros de buena filosofía Tao en cada mano, mis botitas de cinismo y unos guantes de desesperanza me dirigí al lugar antes mencionado. Ya en el sitio me propuse firmemente no abordar a nadie a menos de que se me acercara, esto con un sencillo objetivo: evitar a toda costa el juicio.

Me agazape a un poste, coloque sobre él una cartulina verde fosforescente con la insignia: “Se reparan culpas” (cooperación voluntaria). Y me senté en una banca de metal a esperar. Pasados unos 40 minutos llegó mi primer cliente, un hombre de mediana edad que había salido de un pequeño motel seguido de una tierna sexo servidora que no sobrepasaba los diecinueve años. El hombre acudió a mí con una sonrisa tímida, el nervio filtrándosele por las manos, la aflicción molestandole los músculos del rostro y su boca esbozando repetidamente un tenue no mames, no mames. De pronto la ansiedad se me cuela al cuerpo y también susurro un no mames con un significado completamente distinto al del sujeto que tenía enfrente, pero ya estaba ahí, (jodete cabrón, pensé) así que irremediablemente inicie la conversación:

-Buenas tardes señor, ¿en que le puedo servir?
-¿Ammm, Cómo funciona esto joven?
- Es sencillo usted me dice que es lo que le genera culpa y entre ambos buscamos como liberarlo de ella, ¿que le parece?
- Esta bien, supongo…
- Bueno comencemos
- El asunto es que siempre que salgo de coger con una puta me siento de la chingada y...
- ¿Lo tratan mal?
- No, no al contrario siempre han sido muy amables a pesar de que estoy muy jodido, nomás véame la cara de charal tatemado, el que sean cariñosas me hace sentir bien de momento, pero al final, despues de eyacular, su amabilidad hace que uno se sienta menos que una mierda.
- ¿Usted las trata mal?
- Tampoco, siempre las trato casi como princesas, las respeto dentro de lo que cabe, nunca le he levantado la mano a ninguna, sería incapaz, es que bueno, usted sabe, a mi edad y con mi apariencia no podría tener sexo de otra forma.
- Bueno, este Ammm…
- Espere eso no es todo, además siempre elijo a las más jovencitas, sinceramente las de mi edad no se me antojan, no podría conseguir una erección, ¿se imagina un perro hediondo y libidinoso como yo teniendo relaciones con esas niñas? Es casi incestuoso…
- Ammm, bueno es natural que elija a las que se vean más jóvenes y saludables, -silencio incomodo- a propósito ¿nunca se ha contagiado de nada? -de momento no se me ocurrió algo más inteligente-
- No aún no, afortunadamente hay un centro de salud cercano a mi hogar y me regalan preservativos a cambio de a hacerme estudios clínicos periódicamente.
- Podría decirse que de cierta forma protege a las mujeres que contrata.
- No lo había visto de esa forma, pues si, eso creo.
- Bueno señor si existiera gente precavida como usted el mundo fuese más saludable
- ¿Usted cree?
- ¡Claaaro hombre!

El hombre sonríe, me da una palmada en el hombro y deja un par de monedas en el botecito de los tips y se aleja. A mi se me borra la sonrisa pendeja de sujeto de portada de libro de superación personal tras mi "Claaaro hombre", e inmediatamente arranco la cartulina, la rompo en dieciséis pedazos y la tiro en el cesto de basura. ¡A la mierda, renuncio! vocifere, mejor me dedico a algo menos complicado, ahí fue cuando aplique para Fisico Nuclear…

*** Pal Chava Castro que constantemente me pide respuestas que no puedo darle...

domingo, 2 de agosto de 2009

CRASH

El sueño en diástole y sístole, el parpadeo denso, más denso. El hijo travieso de Hipnos apunto de cortar el hilo que sostiene tu cabeza erguida. El sol comienza a abrazar la sombra de la ciudad, la condena son tus manos sujetando un volante. Tu ventana izquierda abierta, el aire dando bofetadas de vigilia. La autopista serpenteando luces que se difuminan al tocar pupila, el bullicio etílico cada vez mas lejos, se esfuman las voces, las manos, el dialogo ebrio de aseveraciones pendejas, el beat de unas caderas que no tuviste, se aleja también el titubeo para atreverte a hablarle, un número de teléfono que no será marcado, el sabor a levadura de sus labios.

Sigues ahí con los brazos lánguidos sobre el volante, se te pudre de placer el cuerpo al cerrar el telón del ojo, la sensación de parto desgarrante al abrirlo de nuevo, recuerdas vagamente lo sencillo que era cuando se es niño, con el sueño tranquilo en el asiento trasero. No eres tan franco para reconocer que no puedes, que lo mejor sería un lugar al borde del camino. Te jalas el cabello, deformas tu cara con la mano, trémulo intentas prender el radio, el dedo mengua y no enciendes nada. Una lagrima de bostezo titilando en tu mentón, un grito onírico jalando fuerte desde adentro, la ideación de desaparecer en el abismo del próximo puente.

Por fin lo haces, dormitas un instante pero una chispa de adrenalina te hace volver a controlar el volante (de cierta forma preferías no hacerlo), el reloj de tu marcha parece no avanzar, la nausea contigo apestándote el trayecto, te gustaría vomitar pero no bebiste tanto, todo sonido te arrulla: los automóviles que cruzan al otro lado de la vía, las sirenas, la vibración de tu propio auto, hasta ese cristal lateral que siempre chilla. La espera es diferente no se trata de una cuestión de tiempo sino de distancia y físicamente te sientes impedido para acelerar tu marcha, un ¨putamadre¨ lento te repta por los labios. Todos los semáforos parpadeando en rojo, negándote el regalo de los dos minutos de descanso, maldices la hora en que decidiste vivir lejos del centro, aumenta la frecuencia del cabeceo.

De pronto te sobreviene exactamente la misma sensación de imposibilidad de no retrasar más tiempo un orgasmo, por fin se corta el hilo, los remos al agua, el volante vibrando parece temblar como si le diera pánico su nueva libertad. La mueca de sonrisa apenas se empieza a dibujar en tu rostro dormido, cuando un violentísimo ruido revienta el relativo silencio, estalla el vidrio, la sangre te vuelve al cuerpo a cada nervio a cada músculo, abres todo el ojo y ya todo gira, aprietas el acelerador y el freno al mismo tiempo, el timón se mueve a ninguna parte, todo en violento-estridente, intentas con una mano cubrir tu rostro y con el otro someter al volante pero el movimiento de este lastima tus dedos, cinco segundos estrepitosos de un suplicio que parece no terminar nunca, un ultimo golpe y por fin la nueva chatarra acalla. Vuelves tu rostro y brazos al volante, te inunda la duda, el miedo y piensas: ¿Con quien choque? ¿Se encontrará bien?, ¿Me encuentro bien? (palpas cada extremidad de tu cuerpo) ¿Habrá muerto alguien?, sobre tu mente sigue fluyendo el mar de ideas, piensas en el amigo que consigue las refacciones baratas , recuerdas al abogado gordo que intenta seducir empecinadamente a tu hermana, horas extras de trabajo, dólares, la tarjeta de crédito que por fin dejaste en cero, el día que decidiste dejar de pagar el seguro. Empiezas a aceptar el procedimiento e imaginas, las grúas, patrullas, el ministerio público, tu madre llorando, los ¨te lo dije cabrón¨, el ojo morboso que se asoma, el papeleo, el corralón, los ¨benditoseadiosquebuenoquenotepasonadayquesiguesvivo¨


Prefieres no salir y esperar hasta que el problema toque a tu maltrecha puerta, pruebas un poco de tu sangre, te das un masaje en el pecho, tu hombro se enfría y el aire que se filtra hace que comience a doler. Observas constantemente el pedazo de espejo que aun cuelga en el retrovisor, titubeas con tu celular pero prefieres no marcar a nadie. Todavía no se escuchan las sirenas, pero si unos pasos que se acercan en ritmo de trote, tragas un poco de saliva, sabes que te dará un poco de vergüenza verlo, se escucha un golpecito en la cajuela que anuncia que ya casi llega, volteas un poco el rostro a la ventana para acercar el oído. El señor, que se ve ligeramente lastimado, coloca su brazo derecho en el techo del auto cuando por fin llega a tu ventana y te dice con voz nerviosa: Perdón joven me quede dormido…


*** Pa mi compa el Markuse (You know way perrita)